viernes, 6 de diciembre de 2013

Viernes nº 3: Tú


Anoche, antes de ir a dormir, pensé en ella y vi unos ojos grandes en los que los que la noche se reflejaba serena y callada. Ojos noscturnos, llenos de luz, alumbrados por la luna.

No era la primera vez que justo antes de dormir ella llegaba y se intalaba en mis pensamientos, llegaba así, de repente, sin anunciar se llegada, me acompañaba toda la noche, por la mañana discretamente salía, también así, sin hacer ruido. Sin embargo, cuando despertaba no estaba solo, me acompañaban su perfume, su sonrisa y sus caricias. Ella era así, venía con mi sueño y marchaba con él.

Al pensar en ella recordaba cada parte de su cuerpo y lo acariciaba con la mirada, recordaba ese lunar discreto en un lugar indiscreto. La geografía de su cuerpo no le era desconocida, sin embargo, le parecía inabarcable, quería llenarla de besos y caricias, quería fundirse con ella en un solo abrazo y en un solo beso. Por eso él esperaba con impaciencia, y casi con ansiedad, cada noche su llegada, esperaba cada noche esos ojos brillantes y randiantes como fuego, ojos de zafiro había dicho él.

Y, ¿quién era ella? Ella era el nombre escrito con fuego en la roca, era la luna en la tierra, era el tiempo y la eternidad, era el recuerdo y la presencia. Ella eras tú. Ella eres tú.

Dédalo

Viernes nº 2: Beatriz (la polución)

Dijo el tío Rolando que esta ciudad se está poniendo imbancable de tanta polución que tiene. Yo no dije nada para no quedar como burra pero de toda la frase sólo entendí la palabra ciudad. Después fui al diccionario y busqué la palabra imbancable y no está. El domingo, cuando fui a visitar al abuelo le pregunté qué quería decir imbancable y él se río y me explicó con buenos modos que quería decir insoportable. Ahí sí comprendí el significado porque Graciela, o sea mi mami, me dice algunas veces, o más bien casi todos los días, por favor Beatriz por favor a veces te pones verdaderamente insoportable. Precisamente ese mismo domingo a la tarde me lo dijo, aunque esta vez repitió tres veces por favor por favor por favor Beatriz a veces te pones verdaderamente insoportable, y yo muy serena, habrás querido decir que estoy imbancable, y a ella le hizo gracia, aunque no demasiada pero me quitó la penitencia y eso fue muy importante. La otra palabra, polución, es bastante más difícil. Esa sí está en el diccionario. Dice, polución: efusión de semen. Qué será efusión y qué será semen. Busqué efusión y dice: derramamiento de un líquido. También me fijé en semen y dice: semilla, simiente, líquido que sirve para la reproducción. O sea que lo que dijo el tío Rolando quiere decir esto: esta ciudad se está poniendo insoportable de tanto derramamiento de semen. Tampoco entendí, así que la primera vez que me encontré con Rosita mi amiga, le dije mi grave problema y todo lo que decía el diccionario. Y ella: tengo la impresión de que semen es una palabra sensual, pero no sé qué quiere decir. Entonces me prometió que lo consultaría con su prima Sandra, porque es mayor y en su escuela dan clase de educación sensual. El jueves vino a verme muy misteriosa, yo la conozco bien cuando tiene un misterio se le arruga la nariz, y como en la casa estaba Graciela, esperó con muchísima paciencia que se fuera a la cocina a preparar las milanesas, para decirme, ya averigüé, semen es una cosa que tienen los hombres grandes, no los niños, y yo, entonces nosotras todavía no tenemos semen, y ella, no seas bruta, ni ahora ni nunca, semen sólo tienen los hombres cuando son viejos como mi padre o tu papi el que está preso, las niñas no tenemos semen ni siquiera cuando seamos abuelas, y yo, qué raro eh, y ella, Sandra dice que todos los niños y las niñas venimos del semen porque este liquido tiene bichitos que se llaman espermatozoides y Sandra estaba contenta porque en la clase había aprendido que espermatozoide se escribe con zeta. Cuando se fue Rosita yo me quedé pensando y me pareció que el tío Rolando quizá había querido decir que la ciudad estaba insoportable de tantos espermatozoides (con zeta) que tenía. Así que fui otra vez a lo del abuelo, porque él siempre me entiende y me ayuda aunque no exageradamente, y cuando le conté lo que había dicho tío Rolando y le pregunté si era cierto que la ciudad estaba poniéndose imbancable porque tenía muchos espermatozoides, al abuelo le vino una risa tan grande que casi se ahoga y tuve que traerle un vaso de agua y se puso bien colorado y a mí me dio miedo de que le diera un patatús y conmigo solita en una situación tan espantosa. Por suerte de a poco se fue calmando y cuando pudo hablar me dijo, entre tos y tos, que lo que tío Rolando había dicho se refería a la contaminación atmosférica. Yo me sentí más bruta todavía, pero enseguida él me explicó que la atmósfera era el aire, y como en esta ciudad hay muchas fábricas y automóviles todo ese humo ensucia el aire o sea la atmósfera y eso es la maldita polución y no el semen que dice el diccionario, y no tendríamos que respirarla pero como si no respiramos igualito nos morimos, no tenemos más remedio que respirar toda esa porquería. Yo le dije al abuelo que ahora sacaba la cuenta que mi papá tenía entonces una ventajita allá donde está preso porque en ese lugar no hay muchas fábricas y tampoco hay muchos automóviles porque los familiares de los presos políticos son pobres y no tienen automóviles. Y el abuelo dijo que sí, que yo tenía mucha razón, y que siempre había que encontrarle el lado bueno a las cosas. Entonces yo le di un beso muy grande y la barba me pinchó más que otras veces y me fui corriendo a buscar a Rosita y como en su casa estaba la mami de ella que se llama Asunción, igualito que la capital de Paraguay, esperamos las dos con mucha paciencia hasta que por fin se fue a regar las plantas y entonces yo muy misteriosa, vas a decirle de mi parte a tu prima Sandra que ella es mucho más burra que vos y que yo, porque ahora sí lo averigüé todo y nosotras no venimos del semen sino de la atmósfera.

Mario Benedetti

Viernes nº 1: "Tu más profunda piel"

esa geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos de teoremas temblorosos,
Esa geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos.
Cada memoria enamorada guarda sus magdalenas y la mía -sábelo, allí donde estés- es el perfume del tabaco rubio que me devuelve a tu espigada noche, a la ráfaga de tu más profunda piel. No el tabaco que se aspira, el humo que tapiza las gargantas, sino esa vaga equívoca fragancia que deja la pipa, en los dedos y que en algún momento, en algún gesto inadvertido, asciende con su látigo de delicia para encabritar tu recuerdo, la sombra de tu espalda contra el blanco velamen de las sábanas.

    No me mires desde la ausencia con esa gravedad un poco infantil que hacia de tu rostro una máscara de joven faraón nubio. Creo que siempre estuvo entendido que sólo nos daríamos el placer y las fiestas livianas del alcohol y las calles vacías de la medianoche. De ti tengo más que eso, pero en el recuerdo me vuelves desnuda y volcada, nuestro planeta más preciso fue esa cama donde lentas, imperiosas geografías iban naciendo de nuestros viajes, de tanto desembarco amable o resistido de embajadas con cestos de frutas o agazapados flecheros, y cada pozo, cada río, cada colina y cada llano los hallamos en noches extenuantes, entre oscuros parlamentos de aliados o enemigos. ¡Oh viajera de ti misma, máquina de olvido! Y entonces me paso la mano por la cara con un gesto distraído y el perfume del tabaco en mis dedos te trae otra vez para arrancarme a este presente acostumbrado, te proyecta antílope en la pantalla de ese lecho donde vivimos las interminables rutas de un efímero encuentro.
    Yo aprendía contigo lenguajes paralelos: el de esa geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos de teoremas temblorosos, el de tu hablar diferente, tu lengua insular que tantas veces me confundía. Con el perfume del tabaco vuelve ahora un recuerdo preciso que lo abarca todo en un instante que es como un vórtice, sé que dijiste " Me da pena, y yo no comprendí porque nada creía que pudiera apenarte en esa maraña de caricias que nos volvía ovillo blanco y negro, lenta danza en que el uno pesaba sobre el otro para luego dejarse invadir por la presión liviana de unos muslos, de unos brazos, rotando blandamente y desligándose hasta otra vez ovillarse y repetir las caída desde lo alto o lo hondo, jinete o potro arquero o gacela, hipogrifos afrontados, delfines en mitad del salto. Entonces aprendí que la pena en tu boca era otro nombre del pudor y la vergüenza, y que no te decidías a mi nueva sed que ya tanto habías saciado, que me rechazabas suplicando con esa manera de esconder los ojos, de apoyar el mentón en la garganta para no dejarme en la boca más que el negro nido de tu pelo.

    Dijiste "Me da pena, sabes", y volcada de espaldas me miraste con ojos y senos, con labios que trazaban una flor de lentos pétalos. Tuve que doblarte los brazos, murmurar un último deseo con el correr de las manos por las más dulces colinas, sintiendo como poco a poco cedías y te echabas de lado hasta rendir el sedoso muro de tu espalda donde un menudo omóplato tenía algo de ala de ángel mancillado. Te daba pena, y de esa pena iba a nacer el perfume que ahora me devuelve a tu vergüenza antes de que otro acorde, el último, nos alzara en una misma estremecida réplica. Sé que cerré los ojos, que lamí la sal de tu piel, que descendí volcándote hasta sentir tus riñones como el estrechamiento de la jarra donde se apoyan las manos con el ritmo de la ofrenda; en algún momento llegué a perderme en el pasaje hurtado y prieto que se llegaba al goce de mis labios mientras desde tan allá, desde tu país de arriba y lejos, murmuraba tu pena una última defensa abandonada.

    Con el perfume del tabaco rubio en los dedos asciende otra vez el balbuceo, el temblor de ese oscuro encuentro, sé que una boca buscó la oculta boca estremecida, el labio único ciñéndose a su miedo, el ardiente contorno rosa y bronce que te libraba a mi más extremo viaje. Y como ocurre siempre, no sentí en ese delirio lo que ahora me trae el recuerdo desde un vago aroma de tabaco, pero esa musgosa fragancia, esa canela de sombra hizo su camino secreto a partir del olvido necesario e instantáneo, indecible juego de la carne oculta a la conciencia lo que mueve las más densas, implacables máquinas del fuego. No eras sabor ni olor, tu más escondido país se daba como imagen y contacto, y sólo hoy unos dedos casualmente manchados de tabaco me devuelven el instante en que me enderecé sobre ti para lentamente reclamar las llaves de pasaje, forzar el dulce trecho donde tu pena tejía las últimas defensas ahora que con la boca hundida en la almohada sollozabas una súplica de oscura aquiescencia, de derramado pelo. Más tarde comprendiste y no hubo pena, me cediste la ciudad de tu más profunda piel desde tanto horizonte diferente, después de fabulosas máquinas de sitio y parlamentos y batallas. En esta vaga vainilla de tabaco que hoy me mancha los dedos se despierta la noche en que tuviste tu primera, tu última pena. Cierro los ojos y aspiro en el pasado ese perfume de tu carne más secreta, quisiera no abrirlos a este ahora donde leo y fumo y todavía creo estar viviendo.

Julio Cortázar

viernes, 15 de noviembre de 2013

Amor, de tarde

Es una lástima que no estés conmigo
Cuando miro el reloj y son las cuatro
Y acabo la planilla y pienso diez minutos
Y estiro las piernas como todas las tardes
Y hago así con los hombros para aflojar la espalda
Y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
Cuando miro el reloj y son las cinco
Y soy una manija que calcula intereses
O dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
O un oído que escucha cómo ladra el teléfono
O un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
Cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte por sorpresa
Y decirme "¿Qué tal?", y quedaríamos
Yo con la mancha roja de tus labios
Tú con el tizne azul de mi carbónico.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Quiero ser tu ladrón de sábado

Hace algún tiempo leí un cuento del venerable Gabriel García M., se titula «Ladrón de sábado», y quiero compartirlo, espero que aquel incauto lector o incauta lectora que se tope con él le guste tanto como a mí.


Ladrón de Sábado

Hugo, un ladrón que sólo roba los fines de semana, entra en una casa un sábado por la noche. Ana, la dueña, una treintañera guapa e insomne empedernida, lo descubre in fraganti. Amenazada con la pistola, la mujer le entrega todas las joyas y cosas de valor, y le pide que no se acerque a Pauli, su niña de tres años. Sin embargo, la niña lo ve, y él la conquista con algunos trucos de magia. Hugo piensa: «¿Por qué irse tan pronto, si se está tan bien aquí?» Podría quedarse todo el fin de semana y gozar plenamente la situación, pues el marido -lo sabe porque los ha espiado- no regresa de su viaje de negocios hasta el domingo en la noche. El ladrón no lo piensa mucho: se pone los pantalones del señor de la casa y le pide a Ana que cocine para él, que saque el vino de la cava y que ponga algo de música para cenar, porque sin música no puede vivir.

A Ana, preocupada por Pauli, mientras prepara la cena se le ocurre algo para sacar al tipo de su casa. Pero no puede hacer gran cosa porque Hugo cortó los cables del teléfono, la casa está muy alejada, es de noche y nadie va a llegar. Ana decide poner una pastilla para dormir en la copa de Hugo. Durante la cena, el ladrón, que entre semana es velador de un banco, descubre que Ana es la conductora de su programa favorito de radio, el programa de música popular que oye todas las noches, sin falta. Hugo es su gran admirador y. mientras escuchan al gran Benny cantando Cómo fue en un casete, hablan sobre música y músicos. Ana se arrepiente de dormirlo pues Hugo se comporta tranquilamente y no tiene intenciones de lastimarla ni violentarla, pero ya es tarde porque el somnífero ya está en la copa y el ladrón la bebe toda muy contento. Sin embargo, ha habido una equivocación, y quien ha tomado la copa con la pastilla es ella. Ana se queda dormida en un dos por tres.

A la mañana siguiente Ana despierta completamente vestida y muy bien tapada con una cobija, en su recámara. En el jardín, Hugo y Pauli juegan, ya que han terminado de hacer el desayuno. Ana se sorprende de lo bien que se llevan. Además, le encanta cómo cocina ese ladrón que, a fin de cuentas, es bastante atractivo. Ana empieza a sentir una extraña felicidad.

En esos momentos una amiga pasa para invitarla a comer. Hugo se pone nervioso pero Ana inventa que la niña está enferma y la despide de inmediato. Así los tres se quedan juntitos en casa a disfrutar del domingo. Hugo repara las ventanas y el teléfono que descompuso la noche anterior, mientras silba. Ana se entera de que él baila muy bien el danzón, baile que a ella le encanta pero que nunca puede practicar con nadie. Él le propone que bailen una pieza y se acoplan de tal manera que bailan hasta ya entrada la tarde. Pauli los observa, aplaude y, finalmente se queda dormida. Rendidos, terminan tirados en un sillón de la sala.

Para entonces ya se les fue el santo al cielo, pues es hora de que el marido regrese. Aunque Ana se resiste, Hugo le devuelve casi todo lo que había robado, le da algunos consejos para que no se metan en su casa los ladrones, y se despide de las dos mujeres con no poca tristeza. Ana lo mira alejarse. Hugo está por desaparecer y ella lo llama a voces. Cuando regresa le dice, mirándole muy fijo a los ojos, que el próximo fin de semana su esposo va a volver a salir de viaje. El ladrón de sábado se va feliz, bailando por las calles del barrio, mientras anochece.

Un cuento de Gabriel García M.

lunes, 26 de agosto de 2013

Versos

A nadie antes ni a nadie después le he leído versos; tengo dentro de mí un sistema de seguridad contra la vergüenza que funciona muy bien y me impide abrirme demasiado ante la gente, manifestar mis sentimientos delante de los demás; y leer versos no solo me da la impresión de estar hablando de mis sentimientos sino que además es como si al mismo tiempo estuviese haciendo equilibrios sobre una sola pierna; esa falta de naturalidad implícita en el principio mismo del ritmo y la rima me llenaría de confusión si me entregase a ella sin estar sólo.
Pero Lucie tenía un poder mágico (después ya no lo tuvo nadie) para manejar ese sistema y librarme del peso de la vergüenza. Delante de ella me lo podía permitir todo, incluso el sentimiento y los versos.

jueves, 30 de mayo de 2013

¿Tiene corazón tu camino?

¿Tiene corazón tu camino?
Cualquier cosa es un camino entre cantidades de caminos. Por eso debes tener siempre presente que un camino es sólo un camino; si sientes que no deberías seguirlo, no debes seguir en él bajo ninguna condición. Para tener esa claridad debes llevar una vida disciplinada. Sólo entonces sabrás que un camino es nada más un camino, y no hay afrenta, ni para ti ni para otros, en dejarlo si eso es lo que tu corazón te dice. Pero tu decisión de seguir en el camino o de dejarlo, debe estar libre de miedo y de ambición. Te prevengo. Mira cada camino de cerca y con intención. Pruébalo tantas veces como consideres necesario. Luego hazte a ti mismo, y a ti solo, una pregunta. Es una pregunta que sólo se hace un hombre muy viejo. Mi benefactor me habló de ella una vez cuando yo era joven, y mi sangre era demasiado vigorosa para que yo la entendiera. Ahora sí la entiendo. Te diré cuál es: ¿Tiene corazón este camino? Todos los caminos son lo mismo: no llevan a ninguna parte. Son caminos que van por el matorral. Puedo decir que en mi propia vida he recorrido caminos largos, largos, pero no estoy en ninguna parte. Ahora tiene sentido la pregunta de mi benefactor. ¿Tiene corazón este camino? Si tiene, el camino es bueno; si no, de nada sirve. Ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no. Uno hace gozoso el viaje; mientras lo sigas, eres uno con él. El otro te hará maldecir tu vida. Uno te hace fuerte el otro te debilita.

Carlos Castaneda, Las enseñanzas de don Juan, México 2009, pp. 171-172.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Gintajal1 (1)

Fue tu voluntad hacerme infinito. Este frágil vaso mío tú lo derramas una y otra vez, y lo vuelves a llenar con nueva vida.
Tú has llevado por valles y colinas esta flautilla de caña, y has silvado en ella melodías eternamente nuevas.
Al contacto inmortal de tus manos, mi corazoncito se dilata sin fin en la alegría, y da vida a la expresión inefable.
Tu dádiva infinita solo puedo recogerla con estas pobres manitas mías. Y pasan los siglos, y tú sigues derramando, y siempre hay en ellas sitio que llenar.
R. Tagore

sábado, 4 de mayo de 2013

Bajo un cielo estriado...

Bajo un cielo estriado de nubes, escucha el silbido del viento en los cables del tendido eléctrico y también el silencio sobre los campos labrados, observa la simétrica languidez y continuidad de los surcos umbríos, el levísimo polvo rojo que flota inmóvil sobre los caballones, y entonces cree captar la fugacidad del tiempo y piensa en el misterio y la certeza de la muerte.

El negocio del hambre

Navegando por la red me he encontrado con este vídeo. Que me parece, es interesante, pues nos muestra una realidad, que quizá desconocemos, acerca de los alimentos y el hambre.

sábado, 9 de marzo de 2013

A comet Appears


Os comparto esta canción que me gusta mucho, espero que también a vosotros os guste. Dejo también la letra, en español.


Una mano en este cometa astuto, 

Tome una bebida sólo para darme un poco de peso, 
Algunas súper-hombre que yo haría, 
Soy apenas un vapor 

Que brillaba una luz de cloro en, 
Una multitud de pecados individuales, 
Vamos a tallar mi rostro envejecido fuera, 
Sacarnos un cuchillo, 
Comience con mis ojos, 
Por lo que las líneas, 
Formar una sonrisa, muecas 


Cierra los ojos para acorralar a una virtud, 
Es esta engańando a nadie más? 
Nunca he trabajado tan duro y largo, 
Para consolidar un fracaso, 


Podemos volar en los pulgares y la postura, 
Pero los que están solos son cosas tan delicadas, 
El viento de una avispa podría volar, 
En el mar, 
Con piedras en los pies, 
Perdió a la luz y el amor que necesitamos, 


Aún por llegar, 
La peor parte y usted lo sabe, 
Hay un adormecimiento, 
En su corazón y está creciendo, 

Con salvia quemada y un bosque de lo pasado, 
Hago clic en los talones, 
Obtener los demonios en la línea, 
Una lista de cosas que podría echar la culpa a,
Me podría dar una salida, 

Pero con cada vuelta, 
Es así de frente y al centro, 
Como un dardo pegado en el ojo cuadrado, 
Todos los envíos que se puede enganchar su fe en el, 
Es un pastel en el cielo, 
Lleno de mentiras, 
Una herramienta que diseńamos, 
Para hacer volar las piedras se hunde, 


Y aún por llegar, 
La peor parte y usted lo sabe, 
Hay un adormecimiento, 
En su corazón y está creciendo.

*Comentar, que es gratis!!!



viernes, 15 de febrero de 2013

Recuerdos...

Recuerdos
Para detener lo fugaz, lo instantáneo, hay que fijar la vista en una cosa, mejor cuanto más efímera: una nube que cruza el horizonte, un perro que se aleja, un periódico llevado por el viento, y grabarla en la memoria para poder algún día rescatar a través de ella ese momento. Para detener lo fugaz, lo instantáneo, hay que saber que el azarm-la muerte- es lo único que permanece.

En la lucha de los hombres contra el tiempo -esa lucha denodada e interminable que todos sostenemos sin éxito hasta la muerte- la fotografía se ha revelado más eficaz que la pintura o que la novela. Entrelazando el miedo y la maravilla, lo burdo y lo teatral, la fotografía, al revés que aquéllas, nace de lo cotidiano, de la humildad de la luz, de la anécdota, para hacer lo irreal real y lo fugitivo eterno. Tal vez por eso, las fotografías más verdaderas, las más auténticas, son aquellas que reflejan escenas sin importancia o momentos de la vida intrascendentes. Así lo supieron ver, hace ya muchos años, los primeros fotógrafos, como Cartier-Bresson, cualquiera de cuyas fotos de vagabundos refleja mejor su tiempo que todas las historias y novelas de la época, y así lo entendió también, aunque más modestamente, el autor de esta; seguramente el mismo de todas las anteriores -exceptuando, claro está, la de la escuela-, pero del que, pese a ello, no guardo ningún recuerdo...

Posiblemente ninguno existe, al menos como lo vemos. Los colores, al contrario que las formas, que permanecen siempre inmutables, salvo cuando las moldea el tiempo, se modifican y cambian al contacto con la luz y con los cambias de ánimo del ojo que los refleja. Por eso el cine, que es móvil y, por lo tanto, variable, no mantiene los colores, los reinventa (lo que hace que siempre sean verdaderos), y por eso las fotografías, que pretenden ser la luz y la mirada perpetuas, engañan siempre. Las fotografías, como los recuerdos, cuentan el mundo no como era, sino como fue una vez, y, por lo tanto, cómo podía haber sido de otras muchas maneras.

Fragmento tomado de: J. Llamazarez, Escenas del cine mudo, pp.125-127.

martes, 12 de febrero de 2013

Hay recuerdos...

Son los recuerdos que pertenecen al olvido
Hay recuerdos, como las fotografías, que, cuando los revelamos en la cubeta de la memoria -esa cubeta mágica y secreta que todos ocultamos en el cuarto de atrás de nuestras vidas-, aparecen movidos o velados parcialmente. Son los recuerdos que preceden al olvido. Vemos su imagen, queremos reproducir el tiempo al que pertenecen o su lugar concreto, o lo que para nosotros supusieron en su día, pero, por alguna razón, por más que lo intentamos, no podemos conseguirlo. Por eso nos producen una gran melancolía.

Entre cada recuerdo -como entre cada fotografía-, quedan siempre unas zonas de sombra bajo las que se nos ocultan trozos de nuestra propia vida; trozos de vida a veces tan importantes, o tan significativos, como los que recordamos o como los que viviremos todavía. Son esos cortes en negro que sustituyen en las películas a los fotogramas rotos o quemados por las  máquinas y que hacen que cada vez sea más complicado poder seguirlas. Al final, cuando se repiten mucho, terminan por hacer el relato incomprensible

Fragmentos tomado de: J. Llamazares, Escenas del cine mudo, p. 59.

sábado, 9 de febrero de 2013

Camino al "Norte"


El calor era asfixiante, insoportable; el dolor, como la gota
de agua que martillea la piedra...
El calor era asfixiante, insoportable; el dolor, como la gota de agua que martillea la piedra, minaba sus fuerzas. Tenía hambre, pues hacía más de doce horas que no probaba bocado alguno. Por momentos parecía que iba a desfallecer, cerró los ojos, todo se inundó de color blanco. Las voces de los otros parecían lejanos e incomprensibles ecos. Era como si el tiempo se hubiera suspendido […].
De pronto, el camión se detuvo. Alguien dio golpes a la carrocería donde los llevaban estrujados y dijo: «¡Hemos llegados cabrones. Aquí es el pinche Norte; de aquí pa’delante cada quien se las apaña como pueda!».
Miguel y los otros se bajaron del vehículo. Estaban en medio del desierto. Ese desierto traicionero, devorador de sueños, de ilusiones, de anhelos, de vidas… Y mientras ellos se ubicaban, el camión partió dejándolos solos, en medio de la nada.
La soledad y el pánico le asaltaron a Miguel, y una lágrima comenzó a surcar su mejilla. En su llanto silencioso se expresaba un dolor de vida y muerte. Y en medio de su angustia, pensó en Rosita –como él cariñosamente llamaba a su esposa–, en sus tres pequeños hijos, en sus papás y en sus hermanos. Las imágenes de toda su vida cruzaron su pensamiento en una ráfaga de tiempo.
Mientras esto sucedía, alguien del grupo dijo: «Bueno, ¿y ahora pa’dónde? Tenemos que caminar. No podemos quedarnos aquí, sin hacer nada». Miguel, que estaba sumido en su pensamientos, fue sorprendido por una mano que tocó su hombro.
– Hay que caminar compadre. ¿Es la primera vez que viene p’al Norte verdad?
Miguel, sin decir palabra, asintió con la cabeza. Su voz se le había quedado atorada en la garganta.
– No te preocupes compadre, tu familia estará bien. La primera vez que uno cruza pa’ este lado siempre es duro. Pero hay que luchar pa’ comer y pa’ vestir a los chamacos. ¿De dónde eres?
Miguel, tragando saliva, contestó como si hablara para sí:
– De Irámuco. Soy de Irámuco.
Un escalofrío que recorrió todo su cuerpo sorprendió a Miguel: había dado el primer paso del llamado «sueño americano», recordaba los anhelos que tenía para sus hijos: él quería que estudiaran, que fueran alguien de provecho en la vida. Buscaba darles lo mejor para que tuvieran una vida diferente a como él la había tenido. Quería evitar a toda costa que no les fuera arrebatada la niñez a sus hijos como a él se la arrebataron. Y ahora se encontraba ahí, en medio de la nada.
– Yo me llamo Juan y soy de Crespo, un pueblo de Celaya…. Le dijo su compañero con mucho ánimo, mientras iniciaban el camino.
El entusiasmo con el que conversaba aquel hombre le permitió a Miguel respirar nuevos aires. Recuperar la esperanza, poner los ojos en el horizonte y lanzarce al futuro. Ahora no dejaría que el desierto devorara sus sueños ni su vida. Volteó al cielo, sonrió, se limpió las lágrimas y el sudor de la frente.
El grupo con el que venían ya les adelantaba unos cuantos pasos.

miércoles, 30 de enero de 2013

María


Hacía rato que la instigaba para que fuera a la casa de su madre y trajera la papa, como él llamaba a la comida, que ella tenía que mendigar. Es cada vez más tarde, los niños no tardarían en llegar de la escuela, en casa no había ni frijoles, ¿Qué comerían?, le decía, le gritaba que no fuera desconsiderada, ¿dónde estaba su corazón de madre?, o es que acaso tenía flojera para ir por comida, no para él sino para sus hijos, además no necesita caminar, el micro pasa exactamente fuera de su casa. Por qué no vas tú. Es que acaso estás loca, quieres que me maten, sabes que me tienen amenazado, quieres quedar viuda, ¡sí, eso es lo que quieres!
Por momentos Francisco se desespera, le grita, la insulta, le habla en tono elevado intentando sobreponer su autoridad de esposo, de macho, pero él sabe que este método no da resultado, se calma, decide cambiar de estrategia y finge una crisis, se agacha y pone las manos en su cabeza, está a punto de llorar. María comprendeme, estoy desesperado, no se qué hacer, te juro que no volveré a gritarte, tú sabes que los niños me preocupan, no hay nada que comer en esta casa, en cambio en la casa de tu mamá… 
Él sigue remojando palabras inaudibles con falsas lágrimas que resbalan por sus mejillas, la mira a los ojos, con voz lastimera intenta una vez más. anda princesa, eres la más pequeña de tu casa, la consentida, los mendigos de tus hermanos no hicieron más que robar al pobre de tu papá, ellos ya tienen los suyo, ve por lo que te corresponde, ver por un poco de comida. 
Esta era la centésima vez que era la última. Princesa hazlo por los niños. Ella escucha, pero las palabras de Francisco, parecen caer en un abismo sin fondo, piensa, quiere dejarlo, pero ¿y los niños? ¿Qué va a ser de ellos sin su madre? 
¿Entonces qué va ir o no?, le prometo por la lupita que esta es la ultima. María coje las llaves y un bolso, roído por el tiempo y el uso, afuera todo es igual, nada cambia, a veces en sus sueños, ella sale y parece estar en un paraíso, pero estos no son sus sueños, espera el micro, ¿Me lleva por 2 pesos? La tarifa ha aumentado. Sube se sienta en los lugares traseros, mientras el micro avanza en su recorrido cotidiano, ella observa la ciudad, a diferencia de otras veces la ve linda, llena de vida, por la ventanilla entra un aire fresco que mece sus cabellos, del otro lado mujeres bellas transitan como si  nada les preocupara, hermosas jovencitas mecen sus caderas con una música que sólo ellas parecen escuchar, señoras ricas y bien vestidas viajan en carros lujosos, madres que van con sus pequeños hijos de rostro limpio y feliz. 
María piensa en sí misma y en lo mísera que es, al ver tantos rostros de mujeres bonitas, ella se percibe como él la llama: una vieja fodonga y fea. El micro ya ha hecho varias paradas, se ha subido una señora gorda que no para de hablar por celular, tres jóvenes que ríen a carcajadas por lo ocurrido la otra noche y un vendedor de chicles,  ¡promoción, uno por cinco, tres por diez!. 
No, no regresará con Francisco. Piensa. No puedo soportar más, me duele el alma, encerrada escuchando sus gritos y sus ordenes, me duele el cuerpo con tanto golpe, no puedo seguir con él, los niños ya están grandes, se las podrán arreglar. La decisión está tomada, ella no volverá, el micro ha llegado a la base. 
Señora esta es la última parada, se tiene que bajar. Francisco aún la espera: sé que ella volverá…

martes, 29 de enero de 2013

A vueltas con el amor...

Sobre el amor se ha escrito mucho, infinidad de hombres y mujeres han reflexionado sobre él. Poetas, artistas, filósofos, pasando por teólogos y psicólogos se han planteado el interrogante del amor, así que aquí, para vuestra decepción, no pretendemos decir nada nuevo, ya que no sin razón se dice que no hay nada nuevo bajo el sol.

Estarán pensando, amados lectores, si no se va a decir nada nuevo, porqué escribir más sobre un tema tan "sobao", un tema tan repasado por la tinta y el papel, cayendo así, probablemente, en lo que se pretende evitar: la banalización.

La respuesta a este porqué, es muy sencilla. Porque el amor es plena y netamente  humano, se encuentra enraizado en la más profundo del ser humano, y precisamente por esto, sin querer entrar en sesudas reflexiones teológicas, podemos decir que tiene un origen divino. Así, quien tenga la osadía de decir que no ha amado, es un mentiroso o una mentirosa (ya saben hay que usar el lenguaje inclusivo).

(De nuevo) Los más adelantados en las cosas del amor, se dirán, "pero si eso ya lo sabemos, por qué hablar más de lo mismo". Y yo respondo, pues, precisamente por eso, porque ya lo sabemos conviene recordarlo, conviene preguntarse por él, e ir un poco, aunque sea sólo un poco, más allá de lo evidente.

Así, pues, ¿qué es el amor? dice G. Marcel que el amor/amer es decirle al otro tú no morirás jamás, E. Fromm nos habla del amor como un arte y Jesús de Nazart, nos dice que amar significa dar la vida por el otro. Supongo (suponer nunca es bueno), que todos estamos de acuerdo con esto, pero qué quieren decir todas estas elocuentes expresiones, qué es lo que encierran más allá de lo evidente, romántico y hasta cursi.

Lo cierto es que quien no ha experimentado el verdadero amor no podrá hallar ni dar un respuesta convincente y por ello, existencial y vital de lo que significa amar, no podrá comprender que el amor trasciende el hermético ego, que el amor está más allá de la vida y la muerte (¿alguien dijo Nietzsche?).

Pues sólo cuando somos conscientes de ello, sólo cuando vivimos el amor, cuando nos toca y nos duele, podemos entender que el amor es más fuerte que la muerte, por ende, para ser conscientes de ello, se hace necesario amar. Esto de amar se dice fácil y rápido, pero si nos detenemos a pensar un poco, podremos darnos cuenta prontamente que amar no es tan fácil y sencillo, el león no es como nos lo pintan. Y es que, amar/amor/te-amo, sin caer en moralismos trasnochados, suele ser confundido con su expresiones, incluso, las más banales, llegando a absolutizarlas, convirtiéndonos así a nosotros mismos en medida del amor.

Y por esto, señores y señoras, creo que pensar, re-pensar el amor/amar, no es tarea ociosa, sino un reto apremiante.

Dédalo

(Se aceptan comentarios, críticas, opiniones, etc., etc., etc.)

lunes, 28 de enero de 2013

La vida humana...

En la vida humana, el tiempo no es más que un instante.

La sustancia del ser humano cambia sin cesar, sus sentidos se degradan, su carne está sujeta a la descomposición, su alma es turbulenta, la suerte difícil de prever y la fama, un signo de interrogación. En breve, su cuerpo es un arroyo fugitivo, su alma, un sueño insustancial. La vida es una guerra y el individuo un forastero en tierra extraña. Además, a la fama sigue el olvido.

¿Cómo puede hallar el ser humano una manera sensata de vivir? Hay una sola respuesta: en la filosofía. Mi filosofía consiste en preservar libre de daño y de degradación la chispa vital que hay en nuestro interior, utilizándola para trascender el placer y el dolor, actuando siempre con un propósito, evitando las mentiras y la hipocresía, sin depender de las acciones o de los desaciertos ajenos. Consiste en aceptar todo lo que venga, lo que nos den, como si proviniera de una misma fuente espiritual.

Marco Aurelio