Habermas y Ratzinger reloaded
La decisión del lunes del papa Benedicto XVI marcó un momento culminante del largo proceso de fin de época que vive la iglesia católica desde hace décadas. Lo que se vislumbra ahora es que los procesos secretos de toma de decisiones de las autoridades eclesiásticas, al margen de toda supervisión o mirada pública, hacen insostenible, hasta para los más piadosos, el supuesto de que dichas decisiones pudieran estar gobernadas por el Espíritu Santo. Quedaron exhibidas ante la opinión pública —incluidos los creyentes— como gobernadas por pasiones, ambiciones y debilidades humanas.
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