La sustancia del ser humano cambia sin cesar, sus sentidos se degradan, su carne está sujeta a la descomposición, su alma es turbulenta, la suerte difícil de prever y la fama, un signo de interrogación. En breve, su cuerpo es un arroyo fugitivo, su alma, un sueño insustancial. La vida es una guerra y el individuo un forastero en tierra extraña. Además, a la fama sigue el olvido.
¿Cómo puede hallar el ser humano una manera sensata de vivir? Hay una sola respuesta: en la filosofía. Mi filosofía consiste en preservar libre de daño y de degradación la chispa vital que hay en nuestro interior, utilizándola para trascender el placer y el dolor, actuando siempre con un propósito, evitando las mentiras y la hipocresía, sin depender de las acciones o de los desaciertos ajenos. Consiste en aceptar todo lo que venga, lo que nos den, como si proviniera de una misma fuente espiritual.
Marco Aurelio
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