miércoles, 7 de noviembre de 2012

Cosas del Destino

Testigos fueron los cielos y las tierras, los dioses todos y cualesquiera demonios, hadas o mágicos poderes que existir pudieran. Puse por testigo al sol y a la luna, a los animales de los bosques y de las junglas a sus fieras. A los clavos del cristo y a los bancos de la iglesia, a las vírgenes y a los santos, a las calles de todas las ciudades que juntos visitamos. Igualmente a los lagos en los que remé para ella y los ríos en los que nos bañamos, las praderas en que retozamos y los árboles a los que trepamos. Fueron testigos todos los ojos de todas las plumas de todos los pavos reales del mundo. Los libros de cada una de las bibliotecas a las que acudimos a consultar sobre las historias de amor mas bellas. Los escondites más increíbles, recodos, montañas, cuevas. Los espejos, las ventanas y las puertas de tantos hoteles. Sus lámparas, sus alfombras y sus mesas. Iba a acabarse la luz, a hundirse el mundo, a parar de rodar el planeta, a desaparecer la vida. Iban a terminarse todas las estrellas, a secarse todos los mares, a pudrirse las raíces de todas las plantas de la tierra. Iba a llover para siempre o nunca más. A desintegrarse la última célula. Iba a convertirse el mundo en un conejo, el conejo en un mago y el mago en chistera. Cualquier cosa iba a suceder antes que nuestro amor sufriese un mínimo resbalón, percance o pena. Sin embargo, pongo por testigo ahora a las botellas llenas de cerveza, y a las vacías, de que aquella que pasa por la acera de enfrente es ella y que el que va con ella no soy yo.

Tomado de:
Trastornos Literarios
Autor(a):
Flavia Company